Nacido en Francia en 1859, cursó estudios preparatorios en Le Mans. A la edad de 23 años, en 1882 se ordenó sacerdote. Deseando formar parte de la Compañía de Jesús, en aquellos años perseguida en Francia, salió a estudiar al colegio de noviciados de los jesuitas en Aberdovey (Escocia). Tras acabar sus estudios partió para China.
Como todos los misioneros jesuitas, su primera labor fue estudiar el lenguaje y la escritura china, estudios que realizó en Shanghai. En cuanto estuvo listo partió como misionero a la provincia de Anhui, donde permaneció hasta 1895. Pasó un año de ejercicios espirituales en Shanghai partiendo de nuevo a realizar labor misionera, esta vez en la provincia de Jiangsu. Donde permaneció cerca de 20 años hasta 1918, cuando su salud le hizo retirarse pasando el resto de su vida en las casas jesuitas de Shanghai. Murió en 1931.
Henry Doré es el autor de una de las más vastas obras sobre la religión y el folklore de China, una obra que desgraciadamente ha pasado casi ignorada por el mundo académico y el público en general. Sus 18 tomos de las Investigaciones sobre las Supersticiones chinas son un compendio inigualable de información acerca de mitos, ritos, deidades, fiestas y leyendas de China. Una fuente inagotable de información para los lectores los lectores interesados en la religión y costumbres de China.
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El objetivo de Doré al escribir su extensa obra no era el de un académico o un viajero, sino la de un apóstol interesado en conocer las creencias del pueblo que quiere convertir, y de mostrárselas a los otros misioneros para poder llevar a cabo de forma más efectiva su labor evangelizadora. Pues como dejo dicho en su testamento intelectual, estaba convencido que los misioneros debían conocer “las costumbres, ideas y creencias de los paganos que querían convertir”.
Ya en Anhui era famoso por su afición a recoger cuantas imágenes religiosas cayeran en sus manos, pero no como un coleccionista o un curioso, sino de informarse también de las historias que había detrás del culto a esas imágenes, complementando esa información con la que le proporcionaban los letrados versados en las creencias budistas, taoístas y confucianas.
Es difícil conocer la causa por la que la obra de Doré ha permanecido casi ignorada por los académicos, pero entre las razones que se hacen evidentes se encuentran que la ciencia del folklore pasó de una etapa meramente descriptiva a una centrada en la interpretación de los hechos. Un camino absurdo desde mi punto de vista que hace que hoy en día existan numerosos volúmenes explicando y analizando aspectos determinados de una cultura, pero no libros que den una visión global de las características de esa cultura. Además su estilo no es académico, aunque sus libros están bien surtidos de notas y referencias a la información proporcionada, es el estilo de un misionero hablando a otros misioneros.
Eso le convierte en un escritor políticamente incorrecto. La descripción de las costumbres populares va acompañada a veces de comentarios despectivos. Esto es especialmente evidente en el Manual de las Supersticiones chinas, donde el estilo llega a ser a veces irritante para el lector moderno.
No se puede achacar a su condición de europeo, de extranjero, el desdén por las creencias religiosas de China. En el tiempo en que Doré escribió, durante las primeras décadas del siglo XX, los propios intelectuales chinos desdeñaban las religiones y creencias tradicionales, así como los valores que estas simbolizaban y las descripciones de las ciudades durante esos años muestran que la mayoría de los templos se iban deteriorando y cayendo en el olvido por falta de culto.
Las Investigaciones sobre las Supersticiones Chinas están organizadas en tres partes. La primera cuenta con cinco volúmenes, y está dedicada a las supersticiones chinas, la segunda, con 7 volúmenes, al panteón chino y la tercera, con otros seis, a las tres grandes religiones chinas: budismo, taoísmo y confucionismo.
El Manual de las supersticiones chinas es un sumario de la información proporcionada en los primeros cinco tomos de las Investigaciones. Su estilo conciso y directo le convierte en un auténtico manual, un libro para llevar en la ano cada vez que uno se encuentra frente a obras artísticas o construcciones humanas que reflejan el mundo clásico chino, pues todos ellos siguen unas normas que les hacen conformarse a una serie de creencias y supersticiones.
Este libro ha sido recientemente traducido al español. |