Opereta Kunqu o Kunju


Kunqu (Kunju), también conocida como ópera Kunqu, ya hemos manifestado en algún lugar nuestro desagrado porque se utilice para designar a las obras teatrales populares típicas de China, el término de “ópera” usado con un sentido muy diferente en el idioma español, es uno de los géneros teatrales con más solera en el sur de China, pues se cree que este tipo de operetas locales, típicas de la zona del Delta del Yangtze se originó en el siglo XVI de la mano de Wei Liangfu y otros autores que enfatizando la importancia, unos de la calidad literaria de los textos, y otros en la de la música y la propia representación, contribuyeron a transformar el arte dramático, a veces cantado, popular en esas tierras, en toda una forma de expresión artística que ha sobrevivido hasta nuestros días.

La mayoría de los temas tratados en estas representaciones, frecuentemente realizadas por pequeños grupos de aficionados en casas de té o espacios al aire libre, están sacados del rico acervo de tradiciones populares, a veces ya recogidas en obras literarias de distintas calidades. Su importancia para entender las artes representativas de la época Ming la hizo ser considerada en el año 2001 como parte del Patrimonio Intangible de la Humanidad.

Una de las pocas obras, sino la única, de este género literario, traducido al español es Quince sartas de sapecas, de Zhu Shuchen. Una obra que si bien ha experimentado cambios en su desarrollo y final a lo largo de los años, recuerda por su carácter trágico las obras maestras de la época dorada del teatro chino en la dinastía Yuan de los mongoles.

Se comete un crimen, y una serie de indicios fortuitos parecen señalar como culpables a la hija del asesinado y a un viajante con quien ella comparte el camino. Sus protestas de inocencia son ignoradas por unos funcionarios celosos de acabar su tarea cuanto antes. Sólo cuando el funcionario ejemplar, encargado de supervisar la ejecución, sospecha que en la celebración del juicio no se han tomado todas las garantías debidas ni se ha realizado con rigor la investigación necesaria, un rayo de esperanza brilla sobre los inocentes, que finalmente verán a la justicia de su lado.

La obra está impregnada de un intenso dramatismo. La impotencia de los ciudadanos ante los poderosos funcionarios es continuamente enfatizada, y aunque al final consigan salvar la cabeza, es gracias a la actuación excepcional de uno de ellos, pues para los demás la posible pérdida de un par de vidas inocentes no parece suponer ninguna preocupación. Pero el dramatismo también está calculado con ese final feliz que permite a los espectadores mantener la esperanza de que el sistema no está completamente podrido. La obra es parte de esa reacción popular por parte de los letrados e intelectuales del final de la dinastía Ming, que por medio de sus obras y actuaciones señalan la falta de ideales de una dinastía que pronto sucumbirá.


 

Copyright www.chinaviva.com 2000-2011