Parábolas budistas


Las parábolas budistas pertenecen a un género religioso menor, especialmente si los comparamos con las profundas enseñanzas de los sutras o la sabiduría condensada en las historias de la tradición Zen, destinadas inicialmente a presentar ante el lector más simple una serie de situaciones en las que la evidente estupidez del protagonista encadena desastre tras desastre. No hay que olvidar que en lenguaje paradójico en el que están escritas, esa estupidez que resulta evidente al lector, puede formar parte de su propia desorientación espiritual, convirtiéndose estas parábolas en una herramienta de aprendizaje y reflexión para todos los creyentes.

La costumbre de encomendar la enseñanza religiosa a la utilización de parábolas que pongan al lector cara a cara con sus propias contradicciones es antigua en la tradición budista. Se cuenta que ya en la antigua India el sabio Sanghasena escribió el Sutra de las Cien Parábolas, que traducido al chino por otro sabio monje hindú en el año 493. Tras esta antigua traducción, el repositorio de parábolas budistas en China fue creciendo de forma un tanto anárquica, publicándose compilaciones de las mismas de distinto tamaño aunque con contenidos semejantes. En el siglo XX, el erudito de la Universidad de Beijing Wang Pingping publicó una colección moderna de estas parábolas bajo el titulo Zhi Hua Man  (痴华鬘) que se podría traducir como “Al estúpido le surge un bello pelo”, o tal vez no tan literalmente “alcanzar la magnificencia desde la estupidez”.

A partir de esta nueva revisión, en la que la moraleja religiosa que habitualmente acompañaba a las parábolas fue eliminada, se han hecho varias traducciones al inglés, una de ellas, bajo el título “100 Buddhist Parables”, fue traducida por Zhang Qingnian y publicada en edición bilingüe chino-inglés por la Editorial de Traducciones para el Extranjero en 1996. Ésta es la obra que hemos leído, de la que hemos sacado la mayor parte de la información sobre este género, y de la traducimos al español algunas parábolas para ilustrar la esencia de este género literario.

Recuperando una pequeña deuda

Un mercader prestó a una persona media sarta de monedas, pero pasó mucho tiempo y el deudor aún no había pagado su deuda. Así que el mercader se puso en marcha para recuperar su deuda. En el camino tuvo que cruzar un río, y para ser llevado al otro lado tuvo que pagar al barquero dos sartas de monedas. Sin embargo, cuando llegó a la casa del deudor, el hombre no se encontraba allí. Así que para volver a su casa tuvo que pagar al barquero otras dos sartas de monedas.

Gastar cuatro sartas de monedas con el propósito de recuperar media sarta, sin contar con las dificultades del largo viaje, es gastar mucho para poco. No es de extrañar que todo el mundo se burlara de su tontería. (Parábola número. 15, p. 31).

Imitando los parpadeos del rey

Un hombre quería conseguir el favor del rey, entonces preguntó a sus amigos: “Decidme ¿Cómo puedo conseguir el favor real?” Uno de ellos sugirió: “Si quieres que el rey guste de ti, tienes que imitarle en apariencia y comportamiento.”

Al escuchar esto, el hombre inmediatamente corrió al palacio y buscó una audiencia real. Mientras estaba ante el rey, sucedió que el monarca parpadeó. El hombre hizo lo mismo. El rey le preguntó entonces: “¿Tienes algún problema en los ojos o es que estás parpadeando por el viento?”

El hombre le contestó: “Nada de eso. Sino que he visto a su majestad parpadear y con la esperanza de ganar su favor, le he imitado haciendo lo mismo.”

Al escuchar eso el rey se sintió muy enfadado, así que inmediatamente ordenó a sus servidores que castigaran duramente a este hombre y le expulsaran del país. (Parábola número 20, p. 41).

Matando a todo el ganado

Un hombre tenía 250 cabezas de ganado. Según el curso de las estaciones llevaba a su ganado a pastorear en las praderas, comiendo allí donde la hierba crecía fresca. Desafortunadamente una de sus vacas fue comida por un tigre.

El hombre se dijo a sí mismo: “He perdido una. Ya no es un número redondo. ¿Qué utilidad tienen ya las otras?”
Así que llevó el rebaño a un precipicio y, una tras otra, fue empujando a todas las vacas al vacío matándolas. (Parábola número 25, p. 51).

De las virtudes del propio padre

Había una vez un hombre que estaba alabando delante de sus amigos las virtudes de su padre: “Mi padre es amable y virtuoso.” Se entusiasmó, “Nunca hace daño a otras personas, ni roba a nadie. Es un hombre recto y honesto, generoso y servicial.”

Entre sus amigos había un bobo, que cuando escuchó las palabras de este hombre, contestó: “Las virtudes de mi padre sobrepasan a las del tuyo.” Pero los otros le pidieron que fuera más específico en sus afirmaciones, por lo que el bobo contestó. “Mi padre nunca se dejó llevar por la lascivia, nunca mantuvo relaciones sexuales con una mujer.”

“Siendo ese el caso” le replicaron los amigos bromeando, “¿Cómo llegaste tú a este mundo?”. (Parábola número 30, p. 61).

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