La Magia del Perro en Oriente y Occidente

 

2018. La Magia del Perro en Oriente y Occidente. Caravan Books.

El perro es el primer animal que acompañó al hombre en sus correrías sobre la tierra. Su importancia en el desarrollo cultural y espiritual de las sociedades humanas no puede compararse con ningún otro; ha sido considerao amigo y hermano, marido y padre ancestral, compañero, fantasma e incluso dios celestial, en algunas ocasiones creador de todo cuanto existe.

Este libro recrea la rica simbología del perro, mostrando al lector que este inocente animal que acompaña nuestras vidas es un prodigio de la evolución animal.

¡Tras leer este libro nadie volverá a ver a un perro de la misma forma!

Epub desde 1,99dólares

Introducción

El perro es el mejor amigo del hombre, el primero de los animales que le acompañó en sus correrías sobre la tierra, el que ha mantenido una relación más íntima con él, y al que con más frecuencia permite vivir en su propia casa. Miles de años de convivencia han forjado estrategias comunes de supervivencia entre perros y personas, basadas en originales formas de comunicación y el desarrollo de profundos sentimientos. Su amistad es un fenómeno universal que se extiende del trópico al polo y por los cinco continentes. Adaptado a diversas culturas y ambientes naturales el perro ha sido testigo milenario de la evolución humana y el recuerdo constante de ese mundo animal, salvaje y natural, del que él se alejó para vivir con las personas. Situado en la frontera entre los animales y el hombre, el mundo salvaje y el doméstico, el cielo y la tierra, la vida y la muerte, los seres humanos le han atribuido cualidades misteriosas y poderes inefables, dando origen a una rica recreación cultural de su imagen y a una compleja simbología canina.
Protector del hogar, pastor del ganado, compañero en la caza,  y eventual alimento para su dueño en los momentos de necesidad, a lo largo de la historia las relaciones entre perros y personas tomaron formas diversas y el simbolismo surgido con ellas, creció y creció creando una maravillosa red de significados que hacen de los perros amigos, compañeros e incluso padres y maridos, que les convierten en poderosas deidades con conexiones astrales y fieles defensores de la integridad física y espiritual del ámbito familiar, unos defensores cuya tarea no termina con la muerte de sus dueños, encargándose también, como psicopompos, de proteger su último hogar, su tumba y guiar a su alma a las tierras de los antepasados.
Amado y temido, alabado y despreciado, compañero de señores y emperadores, la concepción humana del perro está llena de paradojas y contradicciones que ponen de manifiesto las múltiples capas de significados en las que se basa, pues durante miles de años de andadura común, el hombre la fue adaptando a su propio desarrollo económico y social, integrando a éste su mejor amigo en una serie de valores que cambiaron con el tiempo. Sorprendentes relaciones que iremos desvelando en esta obra, mostrando al lector aspectos poco conocidos del simbolismo canino, así como de la sociedad, la cultura y la religión de los pueblos de nuestro planeta, y especialmente la de China. Este libro ayudará a comprender una serie de conceptos universales que en tiempos remotos estructuraron la relación entre las personas y la naturaleza, los animales y, en general, con el mundo que les rodea, haciendo especial hincapié en sus manifestaciones en China, país en el que, debido a la larga continuidad de su cultura literaria y su rica variedad étnica, han permanecido vivos en mitos y tradiciones, rituales, leyendas y cuentos populares. 
Dado que la mayoría de los atributos culturales asignados a los perros son un reflejo de sus características físicas y sociales, vamos a repasar someramente sus principales cualidades. 
El perro tiene un desarrollado sentido del olfato que le permite identificar y rastrear animales y personas con precisión sorprendente, lo que le ha convertido en el mejor compañero de cazadores y pastores. Con su fino oído puede detectar peligros a distancia. Aunque su percepción de los colores es deficiente, posee una buena visión, especialmente nocturna, acompañada muchas veces de un misterioso brillo en sus ojos, pues la comunicación visual fue antaño necesaria para la adecuada coordinación de las actividades de la banda de lobos, y hoy en día le permite una convivencia armoniosa con los humanos. Su viva inteligencia, por otra parte, le capacitó para establecer un lenguaje común con sus dueños y transmitirles con cierto grado de certeza la información captada por sus sentidos. El perro habla al hombre por tanto de un mundo que él no percibe, que siente puede acecharle y poner en peligro su vida y su patrimonio, y que generalmente se convierte en realidad poco después. Cuando el hombre comprende que los peligros que el perro anuncia pronto serán reales le inviste de un misterioso poder profético. Estas cualidades, muy importantes para los cazadores y pastores, también lo son para las poblaciones sedentarias: una comunidad confía en los sentidos de sus perros para sentirse segura ante inesperados ataques de enemigos o bestias salvajes.
Por otra parte, hay una serie de instintos propios del lobo que han convertido a su pariente doméstico, el perro, en el compañero ideal para los seres humanos. Entre ellos destaca su sentido de la territorialidad, que hace de él un excelente guardián; su costumbre de ladrar, avisando a los otros componentes de la manada de la presencia de un peligro; el instinto de perseguir a su presa, que le convirtió en compañero ideal para el cazador y su  tendencia a someterse, mostrarse fiel y seguir al jefe de la manada, generalmente un macho, que le ha programado naturalmente para obedecer a su amo. En ellos también se perciben las tendencias infantiles comunes a los animales domésticos, que generan sentimientos de ternura en las personas.
La relación entre el amo y el perro ha sido más estrecha que con cualquier otro animal, su mutuo afecto ha desbordado las separaciones impuestas por la naturaleza creando nuevas lealtades. Los perros, con su educación, abandonaron sus cualidades naturales más molestas para los hombres, que a su vez les aceptaron en su círculo íntimo, en su familia, desarrollando relaciones basadas en un amor que a menudo supera al que sienten por sus propios congéneres. El perro se sitúa de esta forma entre el mundo animal y el humano. Como animal es el más cercano al hombre, el de imagen más humanizada. Como miembro de la familia es el menos importante, el que está casi fuera de la casa y se alimenta con los restos de la comida de los otros. Esa situación simbólica en el umbral entre la humanidad y la animalidad se refleja en su posición en el hogar, a la puerta de la casa. La capacidad de discernimiento de los perros, que desde tierna edad reconocen a propios de extraños, le convierte en el guardián ideal. Su desarrollado sentido de la orientación, que le permite llevar de vuelta al campamento a los pastores, cazadores o viajeros perdidos, hace de él el guía por excelencia. Un guía que merced a su capacidad de distinguir a los espíritus destaca especialmente en los viajes que se realizan en el plano espiritual donde éstos acechan: los viajes chamánicos y los que realizan las personas tras su muerte. 
Por otra parte el perro es un animal de gran fuerza y tamaño, habiendo sido utilizado como animal de tiro, para arrastrar trineos entre los pueblos del norte y como arma de guerra por todo el mundo.
El perro que defiende a una persona puede atacar a otra. Su proverbial lealtad, dirigida a un amo solo, coloca a un animal salvaje y peligroso en medio de la comunidad humana,  por lo que el miedo y el temor han estado tan ligados a su imagen como el cariño y el amor, y cuando las circunstancias sociales le han sido desfavorables, han servido para señalar sus aspectos negativos, entre los que se encuentran su capacidad de alimentarse de excrementos, hacen de él un animal sucio e impuro; su sexualidad desenfrenada, que se manifiesta en copular a la vista de todos y hacerlo de forma repetitiva, su violencia contra los hombres y su capacidad de transmitir la temida rabia, que acabará asociándole a espectros y demonios.
En la antigua China se creía que el mundo estaba infestado por espíritus hostiles, capaces de causar desgracias y enfermedades: Los genios de la naturaleza y los fantasmas hambrientos de aquellas personas que tras su muerte no habían recibido sacrificios de sus descendientes. Frente a ellos, los ancestros alimentados con el aroma de las ofrendas se mantenían ligados a la familia con el papel de protectores. La casa, el hogar, no sólo era una resguardo contra los elementos naturales, sino un espacio a salvo de los espíritus malignos. La presencia del perro en el umbral que la separa del reino salvaje, en el exterior; además de controlar a los extraños, evita la llegada de presencias fantasmales. Eso le convirtió en el sacrificio de elección durante los rituales de purificación de casas, templos, palacios y ciudades. Sus poderes apotropaicos, es decir para alejar el mal, se extendieron de forma natural a su sangre, sus pelos y excrementos, y desde tiempos inmemoriales, frotar con sangre de perro una persona, camino o puerta, fue tenido por un medio adecuado para evitar la intrusión de demonios y fantasmas.
En el pasado, muchos animales fueron considerados mensajeros divinos. Los perros, familiarizados tanto con las personas como con los espíritus, se mostraron especialmente competentes para transitar entre el mundo de los hombres y el de los dioses, convirtiéndose en protagonistas de numerosos rituales en los que el hombre anhela esa comunicación, utilizados para la curación de enfermedades y la resolución de otros muchos problemas.
Una de las más antiguas concepciones del universo le considera formado por tres niveles: el mundo celestial, el terrenal y el infernal o subterráneo, con ciertas comunicaciones entre ellos. Es una creencia generalizada que cuando las personas mueren en este mundo, en realidad se trasladan a otros mundos, antiguamente localizados en el interior de la tierra, y posteriormente en las alturas celestiales, mediante un itinerario que en último término conduciría al paraíso donde ya esperan los antepasados. Ese era un largo camino preñado de dificultades que las almas no pueden recorrer sin el mejor de los guías: el perro. Desde tiempos neolíticos el perro guía a las almas en sus andanzas en el otro mundo. La asociación del perro con la muerte toma distintas formas en diversos periodos históricos, que evolucionan desde la gloriosa epifanía del camino al paraíso, al control riguroso de la comunicación entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y por último, a señalar con su mera presencia la próxima llegada de la muerte.
Al igual que en la tierra el perro está situado a la puerta de la casa, también está a la del cielo, siendo identificado entonces con la estrella Sirio que, por hacerse visible durante el verano justo antes de la salida del sol, fue considerada la puerta por la que salía. El momento de su aparición, que preludia la llegada de los días más calurosos del año, ha hecho que esos días sean conocidos como “días caniculares”. En los tiempos pasados, cuando los conocimientos de higiene y saneamiento eran muy rudimentarios, durante ese periodo eran más frecuentes las diarreas y la propagación de enfermedades, que afectaban principalmente a los niños, los más débiles. De esta forma surgió una relación mítica que aseguraba que el perro celestial bajaba a la tierra a robar niños; y como defensa ante esta agresión imaginaria, la presencia de tres estrellas formando un arco cerca de Sirio hizo surgir la figura del arquero que dispara al perro celestial y protege a los niños. Siendo el sol abrasador especialmente peligroso en los años más secos, también se asoció al perro celestial con las grandes sequías, realizándosele sacrificios para ponerlas fin. La voracidad del perro, caracterizado por comer solo, se transmitió al perro celestial, y tal vez por eso en un buen número de tradiciones populares se consideraba que la causa de los eclipses era que el perro mordía al sol o la luna.
El perro celestial fue visto como una presencia amenazante justo cuando las transformaciones de la sociedad iban relegando su importancia en la tierra, pues con el aumento de la urbanización de la población dejó de ser necesario para una sociedad que confiaba en las instituciones humanas para su protección. Su imagen se va deteriorando. El fiel compañero de miles de años empieza a ser mirado con desprecio. Cualidades, como su lealtad, antes loadas, le convierten ahora en un animal sin carácter moral, capaz de seguir ciegamente a cualquier amo, sea éste sabio o bandido, pues como dice el refrán: “Un hijo no se separa de una madre fea, ni un perro de un amo pobre.” Además, se fue enfatizando su peligro potencial, pues podían atacar y morder a la gente, e incluso transmitir la rabia. La degeneración neurológica que acompaña a la rabia, con los cambios en la conducta de la víctima y su actitud agresiva y salvaje, hizo que se la relacionara con la locura y las posesiones diabólicas. Curiosamente, mientras que los perros fantasmas se asocian en occidente con la muerte, en oriente son especialmente interesantes las narraciones en las que, conducidos por un deseo lascivo, se transforman en hombres para convivir con hermosas mujeres.
El matrimonio entre perros y mujeres es un motivo mítico de los más extendidos por nuestro planeta. Numerosos mitos y leyendas muestran al perro dando origen a un clan, una tribu o una nación tras su matrimonio con una madre ancestral. El recuerdo de esas narraciones legendarias y organizaciones familiares originales hizo surgir historias sobre misteriosos reinos femeninos en el norte de China. Se trataba de tribus siberianas en las que las mujeres disfrutaban del poder político y una cierta libertad sexual que, cuando se observaban desde culturas que se esforzaban por controlar hasta el mínimo detalle la sexualidad de sus ciudadanos, fueron interpretadas como compuestas de mujeres humanas y maridos perros, es decir, completamente desordenadas en su vida sexual.  
Otros perros son los ancestros de clanes guerreros. De clanes que llevaron a la victoria a los pueblos nómadas que vivían al norte y el oeste de China, y siguiendo su gloria, han sido convertidos en antepasados totémicos de naciones enteras. Durante muchos siglos todos los pueblos que han alcanzado la preeminencia política en el norte de China tenían como ancestro al perro o al lobo. Es difícil saber ya si todos esos mitos caninos son parte de un mismo mito original o si fueron construidos para legitimizar la realeza de unas estirpes por su relación con un ancestro perro. Lo que parece evidente es que los clanes del perro fueron considerados clanes de chamanes y guerreros: los clanes reales. En el sur de China varias minorías veneran a un perro ancestral llamado Panhu, un perro que mató a los enemigos del rey y recibió como recompensa a la princesa menor en matrimonio. Tal vez sólo fuera uno más de los jefes bárbaros, de los guerreros perro, que ayudó al poder establecido en una batalla menor. En cualquier caso sus descendientes preservaron su leyenda, que se convirtió en símbolo de esperanza y libertad para las tribus continuamente desplazadas por la expansión de los chinos hacia el sur.
Panhu, como ancestro y héroe civilizador que proporciona a la gente una historia y una cultura está relacionado con los mitos más antiguos en los que la humanidad surge de una calabaza (llamada hu como Panhu), y con arcaicas tradiciones filosóficas que hacían surgir al mundo del Caos. Concepciones que popularmente cristalizan en el mito de Pangu, el gigante que separa el cielo y la tierra y crea el mundo a partir de su cuerpo. De este modo el gran perro creador, cuya memoria se ha perdido para siempre, sobrevive en tradiciones que atribuyen el origen de los cereales y la agricultura a un perro celestial. En agradecimiento, muchas minorías todavía dan a comer al perro el primer arroz de cada cosecha.
En tiempos en que la supervivencia de las comunidades humanas podía verse amenazada por un buen número de catástrofes, el perro, siempre junto al hombre, ha sido considerado un último recurso antes del desastre definitivo. El consumo de su carne está comprobado desde Atapuerca a Grecia y Roma, China y todo el mundo conocido. Por los relatos históricos y mitológicos y las evidencias que muestra la arqueología, en muchas ocasiones esa contradicción de comerse al amigo y compañero se resolvió regulando que se viera limitado a determinados acontecimientos sociales o religiosos. Según las tradiciones chinas, los animales sacrificados a espíritus y ancestros eran consumidos por las personas en un banquete ritual. Gran parte de la población sólo comía carne durante la celebración de rituales y ceremonias religiosas.
A lo largo de esta obra veremos que los principales aspectos del simbolismo canino son fenómenos universales. La distribución global de esos motivos míticos hace pensar en una arcaica tradición común, extendida posteriormente hasta el último rincón de nuestro planeta. Mientras que los descubrimientos arqueológicos apuntan a que la domesticación del perro se llevó a cabo en varios lugares del centro de Eurasia, donde las interacciones entre lobos y humanos han sido más prolongadas, los aspectos más universales de su simbolismo los muestran íntimamente ligados a las prácticas chamánicas. Unas prácticas basadas en la comunicación entre dioses y personas con la ayuda de un intermediario, que son especialmente relevantes en Siberia y Asia Central. Un estudio de la intensidad del culto al perro en las diferentes regiones del mundo hace pensar que los principales aspectos del simbolismo canino se extendieron de la mano de las prácticas chamánicas desde ese su hogar ancestral.
En la historia de China el perro se ha mantenido ligado a los hombres por una complejísima serie de vínculos materiales y espirituales; en una relación a veces contradictoria. Ha sido amado y odiado, querido y temido; mimado, despreciado y maltratado. Ha sido el padre ancestral, el dios, el amigo, el amante y el hijo al que se cuida con todos los mimos. Ha acompañado a la gente en la caza, en el viaje y en la guerra, ha arado sus campos, tirado de sus trineos, compartido sus penas y alegrías para acompañarle por fin tras la muerte en el viaje al más allá. Una vez muerto aún ha servido como alimento, talismán y medicina, sus pieles usadas como abrigo y su carne incluso como fertilizante. La historia del perro en China es la historia de China, de su religión, su cultura, su sociedad y su lenguaje. Una historia compleja en la que el simbolismo canino se desarrolló hasta alcanzar un grado asombroso. No debe sorprendernos que esa relación este llena de contradicciones, ni que en el mismo país donde la forma habitual de sacar a un perro a pasear es llevándole en brazos y en el que en las encuestas populares las jóvenes se muestran más proclives a deshacerse de su novio que de su perro, sea a la vez en el que un miope proyecto de promoción turística haya creado el infame Festival de Carne de Perro de Yulin. Todo es parte de una sociedad viva, con una larga historia, un inmenso territorio y una compleja cultura; son los posos de una larga relación entre los perros y las personas que intentaremos desentrañar en este libro.
Muchos lectores estarán acostumbrados a los estudios culturales en los que, tras describir con todo lujo de detalles el desarrollo de un tema en Occidente se muestran algunos aspectos del mismo en Asia, África y América. En este libro seguiremos un enfoque diametralmente opuesto. Dado que se piensa que China es uno de los primeros países donde convivieron humanos y perros y que en este país se ha conservado un rico simbolismo canino, aquí trataremos de los principales aspectos de la cultura y folklore del perro en China, haciendo extensivos esos relatos, cuando proceda, a otras culturas de nuestro planeta. Estamos convencidos de que este enfoque es el más adecuado en un mundo multicultural y, además, contribuirá a enriquecer nuestras ideas sobre el simbolismo canino y a descubrir sus patrones universales.

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